16 de enero de 2015

El Concilio de Trento


Con el Concilio de Trento se sientan las bases de la Contrarreforma religiosa que la Iglesia Católica puso en marcha para contra restar los avances que Lutero y sus pospulados tuvieron en la Europa del S. XVI. De Trento sale una nueva Iglesia y, sobre todo, sale una nueva concepción del arte como medio de inculcar al fiel la piedad y el acercamiento a Dios y su mensaje. No es arriesgado poder decir que la Semana Santa que hoy conocemos se deriva de los postulados trentinos, a partir de ellos se comienza a desarrollar todo un nuevo estilo artístico y cultural que, con el paso del tiempo, configura las notas fundamentales que llegan a nuestros días. Sin Trento y sus decisiones no celebraríamos la Pasión tal y como hoy la conocemos.

No siendo especialista en arte o historia, mejor que desarrollar el tema personalmente, pudiendo dar lugar a errores o impresiciones, me permito extraer notas, en algunos casos literales, de material de la red, complementadas con acotaciones propias, situando bajo el texto el enlace pertinente.

En 1517 el monje agustino Martín Lutero, lanza un desafío a la poderosa Iglesia Católica de Roma. La respuesta al mismo llegó tarde y mal, las primeras voces pidiendo un concilio sonaron en Alemania. Un «concilio general, libre, cristiano, en tierra alemana» era el clamor proveniente tanto de católicos como de protestantes. Carlos V deseaba ardientemente la reunión del concilio, con la esperanza de que sirviera para rehacer la unidad religiosa del Imperio. Pero esta perspectiva y el fortalecimiento del poder de Carlos que ello supondría bastaba para que el otro gran monarca católico de Europa, Francisco I de Francia, en guerra casi continua con el emperador, no sintiera el menor entusiasmo por la convocatoria conciliar

El Concilio de Trento pretendía reparar aquella grieta abierta en la cristiandad, pero no sólo llegó tarde, sino que fue interminable, duró dieciocho, hasta 1563. Durante aquel tiempo hubo interrupciones, se sucedieron cinco papas, tres de ellos, Paulo III, Julio III y Pío IV, convocaron sesiones del mismo, mientras que otros dos, Marcelo II y Pablo IV ni siquiera lo hicieron. Con este panorama a quién puede extrañar que el Concilio se cerrara con un rotundo fracaso, al menos en el intento de restablecer la unidad de la Cristiandad.

De sus sesiones salió la Reforma católica o Contrarreforma, y su influencia se mantuvo en la vida y en la estructura de la iglesia católica hasta el Concilio Vaticano II. Durante las mismas se elaboraron algunos decretos que tendrían consecuencias para el desarrollo del arte durante los siglos XVI y XVII en los países católicos. El grueso de las mismas se recoge en la sesión XXV del Concilio, desarrollada durante los días 3 y 4 de diciembre de 1563, y en ellas se adoptaron importantes decisiones en cuanto al culto a las imágenes, a las que se oponían tenazmente los reformistas protestantes. Respecto a ello, la Iglesia Católica se expresó del siguiente modo:

"Además de esto, declara que se deben tener y conservar, principalmente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad, o virtud alguna por la que merezcan el culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner la confianza en las imágenes, como hacían en otros tiempos los gentiles, que colocaban su esperanza en los ídolos; sino porque el honor que se da a las imágenes, se refiere a los originales representados en ellas; de suerte, que adoremos a Cristo por medio de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos; y veneremos a los santos, cuya semejanza tienen: todo lo cual es lo que se halla establecido en los decretos de los concilios, y en especial en los del segundo Niceno contra los impugnadores de las imágenes.

Enseñen con esmero los Obispos que por medio de las historias de nuestra redención, expresadas en pinturas y otras copias, se instruye y confirma el pueblo recordándole los artículos de la fe, y recapacitándole continuamente en ellos: además que se saca mucho fruto de todas las sagradas imágenes, no sólo porque recuerdan al pueblo los beneficios y dones que Cristo les ha concedido, sino también porque se exponen a los ojos de los fieles los saludables ejemplos de los santos, y los milagros que Dios ha obrado por ellos, con el fin de que den gracias a Dios por ellos, y arreglen su vida y costumbres a los ejemplos de los mismos santos; así como para que se exciten a adorar, y amar a Dios, y practicar la piedad. Y si alguno enseñare, o sintiere lo contrario a estos decretos, sea excomulgado. Mas si se hubieren introducido algunos abusos en estas santas y saludables prácticas, desea ardientemente el santo Concilio que se exterminen de todo punto; de suerte que no se coloquen imágenes algunas de falsos dogmas, ni que den ocasión a los rudos de peligrosos errores. Y si aconteciere que se expresen y figuren en alguna ocasión historias y narraciones de la sagrada Escritura, por ser estas convenientes a la instrucción de la ignorante plebe; enséñese al pueblo que esto no es copiar la divinidad, como si fuera posible que se viese esta con ojos corporales, o pudiese expresarse con colores o figuras. Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida; evítese en fin toda torpeza; de manera que no se pinten ni adornen las imágenes con hermosura escandalosa; ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener convitonas, ni embriagueces: como si el lujo y lascivia fuese el culto con que deban celebrar los días de fiesta en honor de los santos. Finalmente pongan los Obispos tanto cuidado y diligencia en este punto, que nada se vea desordenado, o puesto fuera de su lugar, y tumultuariamente, nada profano y nada deshonesto; pues es tan propia de la casa de Dios la santidad. Y para que se cumplan con mayor exactitud estas determinaciones, establece el santo Concilio que a nadie sea lícito poner, ni procurar se ponga ninguna imagen desusada y nueva en lugar ninguno, ni iglesia, aunque sea de cualquier modo exenta, a no tener la aprobación del Obispo".
CONCILIO DE TRENTO, sesión XXV, La invocación, veneración y reliquias de los santos y de las sagradas imágenes (1653). Biblioteca Electrónica Cristiana )

De la lectura del documento puede desprenderse que para la iglesia católica, el arte se convertía, una vez más, en un instrumento de propaganda al servicio de la fe, a través del cual había que estimular la piedad y la devoción en los fieles, conmoverlos, ese era el mensaje que había de transmitirse. 

Para ello se necesitaba un arte que fuera comprendido con facilidad por las personas del pueblo; se pretendía contar las historias sagradas centrándose en lo principal y prescindiendo de detalles que distrajesen la atención del asunto; tratar los temas religiosos con respeto, eliminando alusiones a textos poco ortodoxos, como los evangelios apócrifos, por ejemplo.

En estas decisiones, por tanto, está el origen de muchas de las modificaciones temáticas y plásticas que van a diferenciar el arte barroco del renacentista.

Todas las cuestiones concernientes al gobierno espiritual y de las almas eran debatidas en los Concilios (instituidos a fines del siglo II), siendo el tema de la representación de las imágenes unos de los puntos de mayor significación en las artes, en especial, en la pintura por ser esta la productora directa de dichas imágenes. El Concilio de la Reforma Católica reunido en Trento entre 1545 y 1563 no estuvo exento de estas discusiones ya que, entre otras cosas, lo que la Iglesia necesitaba en esos momentos era un arte relativamente sencillo, dirigido más al ánimo y al sentimiento que al intelecto; es decir, un arte para las masas que acudía a las iglesias. Por tal motivo, había que evitar ante todo, que en las iglesias se exhibiera obras de arte inspiradas en herejías religiosas, los desnudos, el adorno de las imágenes con incitaciones seductoras, las imprecisiones teológicas, todo elemento pagano y secular. El arte eclesiástico se transforma en un arte oficial, juzgándose la obra, sobre todo, por su valor de devoción. Igualmente, los artistas debían realizar sus obras, destinadas a las iglesias, siguiendo las instrucciones de sus consejeros espirituales (asignados por la iglesia) y supervisados por los teólogos.

La puesta en marcha de los decretos de Trento tomó el nombre de Contrarreforma y fue dirigida por las órdenes religiosas, en especial por los jesuitas. Estos usaron el arte como medio para formar al pueblo, en realidad, lo que hizo fue retomar las doctrinas medievales que consideraban que el arte, igual que la filosofía, estaban al servicio de la teología.

La Contrarreforma encuentra en el Barroco su plenitud artística: hay un emocionalismo y un sentimentalismo, un deseo de hurgar en el dolor, en la aflicción, en las heridas y en las lágrimas lo que constituye el sentimiento barroco. La Contrarreforma supo ver en las fuerzas inconscientes y afectivas, no racionales, las nuevas condiciones de lucha, basando la propaganda, mas en la emoción que en el pensamiento; desarrolla un arte religioso barroco, es decir, un arte emotivo, teatral, con gran sentido escenográfico que se vale de la sugestión y del prestigio. Un estilo que combina las artes de la arquitectura, la pintura y la escultura actuando sobre el espectador, invitándole a participar de las agonías y éxtasis de los santos.

Además de ello, de Trento salieron importantes decretos para el futuro devenir de la Iglesia, entre ellos destacan:

- Se reafirma que la fuente de la Fe son las Sagradas Escrituras, sin segundas interpretaciones, los protestantes entendían que cada fiel era libre para interpretar las escrituras, lo cual no daba lugar a una unificación teológica.
- Se reafirma que el pan y el vino son REALMENTE el Cuerpo y Sangre de Ntro. Sr. Jesucristo, no una representación como Lutero indicaba.
- Se declara de utilidad rendir culto a los Santos, en contra de aquello que los protestantes deseaban.
- Se pide a los Obispos vivan en su sede arzobispal, prestando atención a las demandas de sus fieles y que visiten con asiduidad las parroquias a su cargo. Anteriormente la mayoría de Obispos mantenía su residencia anterior o vivían Roma o capitales.
- Se prohibe la lengua vernácula en la misa y se establece el Latín como lengua oficial, salvo en la homilía para mejor comprensión de los fieles. Se establece como Biblia oficial de la Iglesia la "Vulgata Latina"
- Se reafirma la existencia del Purgatorio, se prohiben los duelos, se obliga a consturir seminarios para la mejor formación del clero... 


http://homo-artis.blogspot.com.es/2010/04/el-concilio-de-trento-y-el-arte-del.html



No hay comentarios :

Publicar un comentario

ARCHIVO

ETIQUETAS