Por la belleza del artículo y la importancia de la difusión de aspectos culturales de Sevilla poco conocidos, transcribo literalmente el artículo aparecido e. día 11/05/14 en "Pasión en Sevilla" del diario ABC, escrito por Javier Macias. Espero disfruteis con su amena lectura.
" Noche de primavera para perderse por el barrio de Santa Cruz. Es un laberinto. Caminas por Ximénez de Enciso y aparece una callejuela de nombre Carlos Alonso Chaparro. La enfilas. Entras por una pequeña puerta a la izquierda, una preciosa plazuela con todavía olor a azahar y a romero se descubre. No falta el sonido del agua procedente de una pequeña fuente con peces de colores. Macetas de pilistras y geranios aparecen a sus lados y colgadas en paredes encaladas. En un letrero de cerámica reza el nombre de aquel lugar delicioso: «Plaza de la Escuela de Cristo». Nunca has estado allí.
Es el patio del compás de la parroquia de Santa Cruz y allí se levanta un oratorio que cobija uno de los patrimonios históricos y artísticos más desconocidos de la ciudad. Como quien abre el cofre de los secretos descubrimos a la Escuela de Cristo, una institución religiosa para seglares
dedicada única y exclusivamente a la oración y que nace con «el deseo
de alternativa o complementariedad a la religiosidad popular de las
cofradías», tal y como indica el profesor y diputado de la corporación Ramón de la Campa Carmona
en el artículo «La institución de la Escuela de Cristo. La del Espíritu
Santo de Sevilla» publicado en «Andalucía Moderna. Actas del III
Congreso de Historia de Andalucía».
La historia y sus constituciones
La Escuela de Cristo del barrio de Santa Cruz no es la única.
De hecho, pertenece a una institución que se funda en el Hospital de
los Italianos de Madrid en 1653 y que gracias a «sus valores
espirituales y al apoyo que recibió de las autoridades civiles y
religiosas propició la expansión por toda España y sus colonias». De
hecho, se han contabilizado hasta 332 congregaciones en diferentes
épocas, incluso una de ellas en México.
Tal y como se atestigua en un azulejo situado en la misma plazuela, en Sevilla se creó originalmente una Escuela en 1662 en el Hospital del Espíritu Santo de la calle de Colcheros, hoy Tetuán.
Sin embargo, debido a que tenían números clausus por constitución, al
llegar a los 72 hermanos –tantos como discípulos envió Jesucristo- , se
debía fundar una nueva. Así, en nuestra ciudad llegó a haber tres distintas:
la citada del Espíritu Santo que acabó en el convento de la Paz –sede
actual de la Mortaja-; la que actualmente pervive, denominada «de la Natividad»
a espaldas de la parroquia de Santa Cruz, en 1793; y, cinco años
después en San Hermenegildo se crea la tercera, que finalmente acaba en
el convento de Santa Isabel y fusionada con la primitiva.
Todas y cada una de las Escuelas de Cristo disponían de un oratorio donde efectuaban sus ejercicios y meditaciones, presididos por un Stabat Mater formado por un crucificado y una Virgen arrodillada a sus pies. En el caso de la primitiva Escuela del Espíritu Santo, el conjunto lo presidía el actual crucificado de la Salud de San Bernardo
–atribuido recientemente por José González Isidoro al escultor Andrés
Cansino por su analogía con el Nazareno del Viso del Alcor, del mismo
autor, «que tenía su taller en la misma calle de Colcheros»— junto con
una Virgen denominada de los Dolores, obra de Juan Ramos, que era hermano de la corporación.
El conjunto de la Escuela del barrio de Santa Cruz estaba formado por el actual crucificado del Calvario, de Francisco de Ocampo, y por una Virgen de Cristóbal Ramos.
En el caso del Cristo del Calvario, llegó a la Escuela de Cristo cedido
en depósito por la parroquia de San Ildefonso, donde se encontraba
extinta la hermandad que hoy radica en la Magdalena. Cuando se refundó,
el párroco solicitó la devolución de la imagen y, a través de un pleito con la Escuela, abandonó el oratorio. Como solución al vacío que dejó la talla, Juan de Astorga realizó el que actualmente preside la Escuela, bajo la advocación del Santísimo Cristo de la Providencia, que completa el conjunto con la Virgen de Consolatrix y Aflictorum, de Cristóbal Ramos.
Por último, las imágenes de la tercera Escuela del colegio de San Hermenegildo
están en paradero desconocido. Sin embargo, según sospecha el profesor
Ramón de la Campa, la imagen de la dolorosa es la que actualmente
preside el retablo mayor del convento de Santa Isabel, ya que fue allí donde acabó la institución y tiene las mismas características que las otras dos dolorosas.
Tanto
la primera como la tercera Escuela se extinguieron, según señala el
profesor, «en la segunda mitad del siglo XIX». A pesar de que eran
congregaciones independientes, estaba escrito que cuando una desaparecía, su patrimonio se repartía entre las demás. Es por eso por lo que en la Congregación Venerable y Santa Escuela de Cristo de la Natividad,
como así se denomina la institución que aún pervive con una veintena de
hermanos en el barrio de Santa Cruz, fue depositado el patrimonio de
las restantes.
El Stabat Mater de la Escuela del Espíritu Santo fue llevado por separado desde el convento de la Paz en 1931. La Virgen de los Dolores del Espíritu Santo aún está guardada en el coro del oratorio y el crucificado atribuido a Andrés Cansino, debido a sus dimensiones, fue trasladado en andas
como un acto extraordinario –ya que la institución prohibía los cultos
externos– en un amanecer del mes de mayo. Durante sólo siete años
presidió la sala capitular de la Escuela de la Natividad de Santa Cruz,
debido a que en 1938 se marchó hacia San Bernardo,
también en andas. La razón era que el anterior Cristo de la Salud de la
cofradía del Miércoles Santo acababa de ser destruido en la Guerra
Civil, y la corporación necesitaba llenar ese hueco devocional. Para
ello, centraron su atención en el crucificado antes mencionado e
hicieron una petición a la Escuela que, reunida en pleno, dio la negativa por respuesta. Sin embargo, la actuación del cardenal Segura fue decisiva al decidir que esta talla debía ser la sustituta de la anterior que fue destruida.
Cuando
el Cristo se trasladó de la sala capitular de la Escuela de Cristo le
fue retirada la cruz para fijarle la del crucificado destruido, que se
conservaba en perfecto estado ya que, además de servir como recuerdo a
la imagen anterior, era más conveniente porque estaba adaptada para el cajillo del paso. La cruz primitiva
de la talla procedente de la Escuela, siguió presidiendo la sala
capitular, junto con una fotografía del Señor, hasta 1988. Fue ese año,
que se cumplía el cincuentenario del traslado, cuando le fue ofrecida a
la Hermandad de San Bernardo, que actualmente la tiene en sus
dependencias. Los únicos vestigios que persisten en el oratorio del crucificado son los ganchos que lo sujetaban.
A pesar de que uno de los rasgos característicos de la Escuela de Cristo era el de mantenerse oculta y en la intimidad –tal y como comenta Fermín Labarga García en «Mons. García Lahiguera y la revitalización de la Escuela de Cristo»—, el esplendor de la congregación del barrio de Santa Cruz le llevó a tener como hermanos a dos beatos, Marcelo Spínola y Manuel González. También figuraron numerosos obispos de diversos lugares de España, personajes como el periodista Blanco White –que se fue a Inglaterra para convertirse en anglicano– y dos escultores: Juan de Astorga y Cristóbal Ramos, autores del Stabat Mater que aún preside el oratorio.
Tras un corto periodo de inactividad,
en la actualidad la Escuela de Cristo está formada por alrededor de
veinte miembros. En cuanto a los órganos de gobierno, al disponer de un
censo de hermanos tan corto, consta de un presidente o Padre Obediencia
que siempre es un sacerdote, dos diputados (o consiliarios), un nuncio
de altar (que hace las veces de prioste) y otro de puerta (como diputado
mayor de gobierno).
En busca de la perfección
Ramón de la Campa señala en su artículo que «esta institución hay que inscribirla en la corriente espiritual iniciada por San Felipe Neri
en Roma con los oratorios para seglares». De este modo, a los pies la
capilla del compás de Santa Cruz —desde donde se presiden las
oraciones—, hay una pintura de este santo, «Padre y Patrono de las
Escuelas de Cristo». «A este decisivo espíritu, inserto en el ambiente
de reforma católica, al inicio de la Edad Moderna, se une un colorido
típicamente español y barroco», señala. Y es que se trata de un «instituto de perfección cristiana en la vida secular».
Para llegar a esta perfección cristiana, aparte de imponer a sus hermanos llevar una vida «coherente y un espíritu de oración», se realizan ejercicios colectivos semanales
cada miércoles a las 21 horas, presididos por el Padre Obediencia,
director espiritual y presidente de la Escuela de Cristo. En estas
prácticas, se hacen invocaciones iniciales y un acto penitencial con
bendición con el hisopo. A continuación, y con el oratorio iluminado sólo por velas, se realiza una meditación que incluye media hora de oración mental sobre el evangelio leído en la misa del domingo anterior —medida con un reloj de arena— y, con las luces encendidas, una lectura de la Pasión con todos los hermanos arrodillados con los brazos en cruz. Unas oraciones ponen el punto y final a más de una hora de meditación semanal.
Curiosamente, hasta los años sesenta, durante estas prácticas se situaban dos cráneos a los pies del altar, con dos tibias dispuestas en forma de cruz —huesos humanos y que actualmente se conservan en un cajón del oratorio—. Esto era así porque durante el ejercicio había disciplina.
Los hermanos se desvestían —motivo por el cual no podían pertenecer las
mujeres a la Escuela de Cristo— y, durante el canto del miserere, se flagelaban. Esta forma de mortificación corporal afortunadamente se abandonó tras el Concilio Vaticano II.
Por
último, entre las actividades de la institución prescritas en los
estatutos, están las «visitas a hospitales y cárceles y a los hermanos
enfermos».
Un patrimonio con muchos secretos
A pesar de haber perdido a los impresionantes crucificados del Calvario y de la Salud de San Bernardo y de haber vendido recientemente un cuadro de Lucas Cranach
al Museo de Bellas Artes, gracias a lo cual la Escuela de Cristo
dispone de algunos recursos económicos, en el oratorio del compás de
Santa Cruz hay un patrimonio espectacular.
Además
del precioso oratorio y de las dependencias que la Escuela de Cristo
tiene cedidas a la Hermandad de Santa Cruz —de hecho el tramo de
penitentes forma en el oratorio cada Martes Santo—, son varias las tallas con un alto valor artístico. De entre todas, destacan el crucificado de la Providencia, la Virgen de Consolatrix y Aflictorum, la de los Dolores y una Virgen de los Reyes
de tamaño académico, obra de Sebastián Santos. Esta última, podría ser
la copia más parecida de la patrona de la Archidiócesis de Sevilla.
Sobre el Santísimo Cristo de la Providencia de Juan de Astorga, que se talló en 1818 para sustituir al Cristo del Calvario que había estado presidiendo el altar del oratorio, hay varias intrahistorias. Hay quien piensa que la Hermandad de la Trinidad estudió la posibilidad de llevarse a esta imagen para ser el titular de las Cinco Llagas, en los años en los que la Escuela de Cristo estaba inactiva.
Además, otro secreto relacionado con esta imagen es que el Cristo de la Providencia que forma parte del conjunto de la Piedad de los Servitas,
de Montes de Oca, debe su advocación al crucificado de Juan de Astorga.
Esto es así porque uno de los reorganizadores de la hermandad del
Sábado Santo, Antonio Espinosa, era hermano de la Escuela de Cristo. Por último, es curioso que tanto este Cristo como la Virgen de la Presentación del Calvario sean del mismo autor,
por lo que podría pensarse que Juan de Astorga solucionó de una vez dos
problemas de vacío devocional: el hueco que dejó el Cristo del Calvario
en la Escuela y, en la propia hermandad de la Madrugada, incorporar una
imagen mariana.
La Virgen de Consolatrix y Aflictorum tiene la particularidad de ser la última imagen de Cristóbal Ramos —antes
talló a la Virgen de las Aguas del Museo, al San Juan del Silencio o a
la antigua Virgen de la Concepción de la misma hermandad—, ya que la
realizó en 1798, un año antes de su fallecimiento. Esta talla con ropajes de telas encoladas puede ser la más parecida a la antigua del Silencio,
que actualmente se encuentra en busto en propiedad de la familia
Ybarra. La Virgen del oratorio formaba parte del conjunto del Stabat
Mater con el Cristo del Calvario.
Por otra parte, la Virgen de los Dolores de Juan Ramos procedente de la Escuela de Cristo del Espíritu Santo, que completaba el conjunto con el crucificado de San Bernardo, se encuentra en muy mal estado de conservación, escondida en el coro del oratorio.
Aparte
de estas imágenes, al estar dedicada a la Natividad de Nuestro Señor
Jesucristo, en la Escuela hay dos belenes de incalculable valor. El
primero de ellos es de Luisa Roldán, «la Roldana», del siglo XVII que se expone en Navidad en la parroquia de Santa Cruz; y, el segundo, de Cristóbal Ramos del XVIII. Este belén guarda otro de los secretos de esta institución. Uno de sus hermanos, Federico Carrasco, descubrió que bajo los cojines del pesebre del Niño Jesús se escondían los nombres de los hermanos difuntos de la congregación que faltaban en un cuadro que hay en el mismo oratorio. Estos nombres, escritos en tablas de madera, permanecían curiosamente en el lugar más simbólico de la Escuela: bajo el nacimiento.
Por otro lado, en la sacristía del oratorio permanece un pequeño crucifijo atribuido a Pedro Roldán que tiene la particularidad de tener la sangre de cristal rojo.
Por último, dispone de un monumento para los oficios y
obras de orfebrería de enorme calidad como las potencias labradas en
plata en 1784, que pertenecieron al Cristo de la Salud de San Bernardo o
una diadema también en plata, ejecutada el mismo año, que lucía la
Virgen de los Dolores en el Espíritu Santo. Si a todo esto se le suma
una imponente colección pictórica, se puede decir que es uno de los
patrimonios privados más importantes de la ciudad.
A partir de ahora, en la preciosa plazuela de la Escuela de Cristo, el baúl de los secretos está abierto."
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