A su amparo se gestaron obras imprescindibles de Valdés Leal y Pedro Roldán, que aún se conservan en la ciudad. Bajo su auspicio ganó pujanza la filantrópica Hermandad de la Caridad. Y, en torno a su intensa trayectoria parece haberse forjado el mito dramático hispalense por excelencia, Don Juan Tenorio.
Esta es la historia, explicada a través de diez lugares de Sevilla, de Don Miguel de Mañara.

1 Iglesia de San Bartolomé



La parroquia de San Bartolomé, en el corazón de la judería, acogió en marzo de 1627 el bautizo de Miguel de Mañara Vicentelo de Leca. O mejor dicho, Miguel Mañara.
Según el historiador francés Olivier Piveteau, «nunca usó Don Miguel la preposición ‘de’ ante el apellido Mañara. En el apellido completo, el ‘de’ precede a Leca, y no a Mañara, y eso se entiende por ser Leca un antiguo nombre de feudo».
Fue la Sevilla del siglo XVIII la que comenzó a añadirlo, con visos de enaltecer a su recordado bienhechor.
Ahondando en su nombre, es también llamativo el hecho de que «en una época en la que no se habían establecido todavía normas fijas para apellidarse», el protagonista eligiera el segundo de su madre, en vez del lógico Anfriano.
Las razones nos remiten a Córcega, lugar de procedencia de Tomás y Jerónima, sus padres, siendo Juan Antonio Vicentelo un acaudalado, y bien considerado ascendente «corzo» en Sevilla.
Más allá de la cercanía, el templo de San Bartolomé fue un enclave fundamental para la familia Mañara, no en vano fue bajo su altar donde se desposaron los citados progenitores, a finales de 1611 o comienzos de 1612.

2 El Palacio



Hoy sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, fue residencia de los aristócratas desde 1623, tras adquirirla Tomás Mañara en subasta pública por 13.000 ducados de plata.
Anteriormente, la casa palacio fue propiedad de Juan de Almansa y Constanza de Alcocer, si bien el edificio actual se levantó sobre una antigua casa mudéjar, como evidencian los zócalos con pinturas murales del salón de la planta baja.
El inmueble fue heredado por Miguel, sin embargo abandonó la propiedad en 1674. Desde entonces, han sido diversos sus usos: residencia, por ejemplo de Fillot y Molviedro, cuartel del mariscal Soult, fábrica de corcho, de alfileres de latón e hilaturas y escuela pública. Siglos, ocupaciones y guerras de por medio.
Como curiosidad, y a excepción de las que se encuentran en la planta baja, todas las rejas de la fachada ofrecen un diseño distinto, como apuntan desde «Matemolivares».

3 Convento del Carmen



La figura de Miguel de Mañara es indisoluble de la Hermandad de la Caridad. Sin embargo, no fue esta la primera corporación piadosa de la que formó parte.
En 1645 y 1650, el noble actuó en calidad de diputado de la Mesa de la Soledad, de la de San Lorenzo, por aquel entonces, «de la Casa Grande del Carmen».
Y es que la Hermandad soleana poseyó capilla propia en el vértice de lo que actualmente conforman las calles Baños y Goles, anexa al convento carmelita que se erigía en lo que hoy es el Conservatorio Manuel Castillo.
Aún no había ocurrido el triste suceso que marcó el punto de inflexión en la vida de Mañara.

4 Universidad de Mercaderes



Miguel fue el penúltimo hijo. De diez. Sin embargo, la muerte se cebó con los Mañara hasta el punto de que, en 1648, se convierte en cabeza de familia, tras fallecer su padre y haber ido muriendo progresivamente, siete de sus hermanos. Cuatro años después su madre corría la misma suerte.
De Tomás heredó la fortuna, los títulos y su presencia pública. De esta forma, fue miembro del Consulado sevillano entre 1655 y 1666, viajando a Madrid como representación de Sevilla en diversas ocasiones. Incluso alcanzó el rango de «Caballero Veinticuatro».
El talento para el comercio no fue réplica del de su padre, si bien, Miguel ejercía asiduamente su poder decisorio en cuestiones relacionadas con el Concejo hispalense y la Universidad de Mercaderes, la antigua Lonja.
Situarla en el mapa de Sevilla es fácil, si se recuerda que ha terminado por conocerse por su última función, la deArchivo de Indias.

5 Casa de la Moneda



La figura de Mañara estuvo presente en buena parte de entidades de la época. Fue «diputado de la defensa de los vecinos de la tierra de Sevilla, de la Casa de la Moneda, de la visita de boticas, de las llaves del Archivo y del agua, de la Cárcel Real y de la Casa de Inocentes o (situada en la actual calle Cuna)», explica la historiadora sevillana Enriqueta Vila.
Asimismo, se encargó de los intereses «de los gremios de chapineros, guarnicioneros, roperos, olleros y peineros, de la venta en Sevilla de los vinos del Aljarafe y Constantina y del abasto de granos, provisión de pan y consumo de nieve», añade.

6 Jardines de la Caridad



El motivo, la prematura muerte de su esposa, en septiembre de 1661, y a sus 33 años, con quien había contraído matrimonio en 1648 sin haber engendrado hijo alguno. Un nuevo fallecimiento que se sumaba a la larga lista de su juventud.
Durante cinco años sólo hubo reflexión y penitencia, aún sin llegar a ingresar en la orden religiosa carmelita. En palabras de su confesor, el canónigo catedralicio Juan Grande De Santos, «parecía otro, porque ya ni le divertían los juegos, ni le recreaban los paseos, ni le entretenían las conversaciones. Andaba solo visitando iglesias y conventos y era con tanto extremo que unos lo tenían por locura, a otros le parecía que era melancolía».
En uno de esos paseos, a caballo, por la ribera del Guadalquivir coincidió con un grupo de hombres, algunos de ellos hermanos de la Santa Caridad, un episodio que relata su primer biógrafo, el jesuita Juan de Cárdenas.
Ese encuentro, que marcaría el tramo final de su vida, se produjo presumiblemente a la altura de la zona verde que, a partir de 1902, fue inaugurada como Jardines de la Caridad, ese espacio que precisamente centra una monumento a la figura de Mañara, obra póstuma de Susillo, junto al Teatro de la Maestranza.

7 Hospital de la Caridad



Miguel de Mañara encuentra en el la Hermandad de la Santa Caridad la vocación perdida, la manera de ayudar al prójimo y de canalizar esa angustia interna.
La corporación, que buscaba dar sepultura a los ajusticiados, a los que morían víctima de riadas o pestes o a los que encontraban el fin en plena calle le convierte en un su Hermano Mayor en 1663, cargo que desempeñaría hasta su muerte, en 1679. Allí está enterrado y allí, en unas sencillas dependencias, pasó sus últimos años.
Como recuerda Enrique Mapelli, «Mañara asiste a los entierros de los pobres y solicita limosnas a la puerta de la Catedral los días de fiesta» y se encarga de la ampliación, como Hospital y hospicio, de los terrenos aledaños a la iglesia de San Jorge. «Aprovechando unos almacenes de las Reales Atarazanas, que se acondicionan y se proveen de mantas y alimentos albergando a los pobres y enfermos más desamparados», explica.
Mañara lideró ese enriquecimiento artístico que aún hoy puede contemplarse en el templo, con obras deBernardo Simón de Puerta, Pedro Roldán, Valdés Leal o Murillo, y que seguían una filosofía de austeridad y humildad que queda resumida en los «Jeroglíficos de las postrimerías», encargo expreso.

8 Calle Miguel de Mañara



Era de esperar el reconocimiento de la ciudad, aunque hubo precisamente que aguardar, hasta 1845, para ver rotulada una calle en honor del aristócrata.
Hasta entonces la calle Miguel de Mañara se dividía en dos, el «Arquillo de la Contratación» y el «Arquillo de la Plata», por su vinculación, mediante paño de muralla, con la atalaya del Arenal.
Nombres más recientes de una vía que llegó a conocerse como «Cruz de Bustos Tavera» o «Arquillo de los Ciervos».

9 Palacio de San Telmo



El recuerdo en el nomenclátor y la estatua de Susillo no son los únicos «homenajes» de Sevilla a Mañara. De hecho, existe una segunda efigie, no muy lejos del entorno de ambos puntos, de ese barrio donde orbitan diversos enclaves de la vida del noble.
En esta ocasión no figura solo, lo hace «en compañía» de otros once sevillanos ilustres. Se trata de la serie de esculturas que elaboró, precisamente Antonio Susillo para la fachada lateral del Palacio de San Telmo.
Allí, junto a Velázquez, Ponce de León o Daóiz luce Miguel de Mañara, en análoga disposición que la citada obra de los jardines. Eso sí, esta tanda es previa. De 1895, concretamente.

10 Los Refinadores



Sin salir del entorno de Santa Cruz, se puede citar una última huella. En la plaza de los Refinadores, para ser más exactos.
Allí, como colofón de diversos lugares de la obra de Zorrilla de 1844, se alza el monumento a Don Juan Tenorio. ¿Qué tiene que ver con Mañara? Pues todo. O nada.
El protagonista de ese texto es un seductor libertino, frívolo, amante de la vida. Justo la manera en que se define el propio Mañara en su testamento, aún consciente del cambio de personalidad autoexperimentado a raíz de las trágicas defunciones. «Serví a Babilonia y al demonio, con mil abominaciones soberbias, adulterios, juramentos, escándalos y lacocinios».
Como explica Mapelli, en «Miguel Mañara. Mito y realidad», su historia no está ausente de leyendas «y fantasías propias de los muertos de quienes, más o menos directamente la conocieron. Siempre con la muerte como protagonista».
Autores como Olivier Piveteau rechazan de pleno esta teoría. Aunque, eso sí, ambas vidas merezcan ser contadas como indispensable relato del pasado cultural de Sevilla.