Por su relación, y como ampliación del post correspondiente a Anibal González, vida y obra reproducimos integro este interesante artículo de José Barahona en el diario ABC, cuyo original puede ser visto en Decálogo arquitectura regionalista
Decálogo de la arquitectura regionalista en el Casco Antiguo
Sevilla es ejemplo de la arquitectura regionalista. Aníbal González, Juan Talavera o José Espiau
aparecen en la palestra gracias a, entre otros factores, a la
Exposición Iberoamericana de 1929 o el concurso de fachadas de Casas de
Estilo Sevillano, organizado por el Ayuntamiento de Sevilla en el año
1912. La ciudad abraza a un nuevo estilo que impone el ladrillo visto
como materia prima por excelencia.
Obviando la zona en la que se desarrolla la Exposición del 29,
el Casco Antiguo es el distrito de Sevilla en el que más ejemplos se
dan de la arquitectura regionalista. «Hay que hacer renacer el interés
por las cosas locales… Nuestras construcciones, pues, deben ser
esencialmente regionalistas, pues tenemos un riquísimo tesoro
arquitectónico e innumerables objetos artísticos que nos deben servir de
guía e inspiración», escribió Aníbal González, considerado padre del
regionalismo sevillano, el 11 de febrero de 1913 en el artículo «La casa
sevillana», publicado en El Liberal.
La contribución de Aníbal González, Juan
Talavera o José Espiau la historia de la arquitectura deja un buen
número de referencias que hacen de Sevilla un ejemplo de un nuevo tiempo
que tuvo presencia en los distintos aspectos de la vida pública. Uno de
ellos es el pabellón de la Asociación Sevillana de la Caridad,
una construcción de riguroso ladrillo visto, que Aníbal González
realiza en la intersección de las calles Reyes Católicos y Arjona, junto
al Puente de Triana.
Eran años de triunfo del Regionalismo a
través del neomudéjar, que ya estaba apareciendo en estos momentos en
alguna de sus construcciones más emblemáticas, incluido monumentales, y
que en este caso se muestra mucho más sobria y austera.
Ladrillo y mucho también se puede admirar en el edificio para la compañía de Jesús de la calle Trajano. Se
trata de una construcción religiosa, que incluía la Capilla de los
Luises, articulada con la Iglesia de la Compañía en la calle Amor de
Dios, antigua de los Mínimos, restaurada a final del siglo pasado. Este
edificio singular saca algunos detalles góticos que Aníbal González
consigue labrando el ladrillo.
La avenida de la Constitución esconde otro edificio imprescindible de la arquitectura regionalista sevillana, la casa para Álvaro Dávila, Marqués de Villamarta.
En esta singular construcción se aprecian constantes del estilo de
Aníbal González. Cobra protagonismo el hierro forjado, se incluyen
piezas de cerámica como remates decorativo y se combina el azulejo con
el ladrillo, una marca que copian eventualmente otros arquitectos
sevillanos.
Pero el regionalismo se extiende por la
ciudad contagiando a otros arquitectos que dejan importantes edificios
en céntricos enclaves. Como por ejemplo el de la central de la compañía Telefónica, en la plaza nueva, obra de Juan Talavera, el único capaz de competir con Aníbal González y de superarle en algunos aspectos.
Situado en el margen izquierdo de la Plaza
Nueva a las puertas del Ayuntamiento, el edificio de Telefónica
constituye una obra clave en la evolución estética de Juan Talavera y
Heredia en la medida en que alcanza el cenit en la ornamentación de
fachadas, como queda de manifiesto en sus cuatro plantas además de en el
torreón.
Talavera obtiene su titulación en 1908, al
año siguiente ingresa interinamente en el Ayuntamiento de Sevilla, en
1910 es Ayudante del Arquitecto municipal y, en octubre de 1913, ya es
Arquitecto Jefe de Obras por Administración, es decir, Arquitecto
Titular del Ayuntamiento. Su vida profesional quedaba pronto
configurada.
En 1914 continúa la búsqueda de ese estilo
que defina el periodo que se llamará del Primer Regionalismo, pero ya se
cuenta con las distintas propuestas presentadas al concurso de fachadas
de estilo sevillano, como esta de la plaza de San Francisco, realizada para María Cháfer.
Otro de los ejemplos de Talavera está en la casa para Anastasio Martín Serrano.
En este edificio, el contraste entre el blanco que le sería tan
característico, las embocaduras de ladrillo y los detalles en azul
consiguen gran efectismo en esta construcción en la confluencia de las
calles Almansa y Pastor y Landero que, como es habitual en el estilo, se
resuelve con un torreón en la esquina.
Menos pretencioso, más humilde que sus
compañeros, José Espiau tuvo en 1912 su año más fecundo, si bien en
referencia a la cantidad de proyectos abordados y no a su calidad. El
despegue de su labor arquitectónica se debe en parte a sus magníficas
relaciones con hacendados inversionistas como José y Juan Bautista Calvi
y Rives de Latour, Tomás de Ibarra, el duque de Medinaceli o el marqués
de Esquivel. Son clientes importantes no sólo por la categoría de sus
encargos sino también por su influencia en los círculos dominantes de la
sociedad y la economía sevillanas.
La estética de Espiau se centra en el ornamento como elemento diferenciador, uno de los mayores ejemplos está en la Adriática,
en la avenida de la Constitución. Sin duda, uno de los edificios que
más atrae a quienes visitan Sevilla y objeto de miles de fotografías por
parte de los turistas. Construido a propósito del ensanche de la
Avenida de la Constitución y a modo de remate de tan emblemática vía, el
de La Adriática fue uno de los cuatro edificios que José Espiau
presentó al concurso de fachadas de estilo sevillano. La Adriática se
adorna de cara al exterior con las formas, colores y motivos con que se
engalanan los interiores de las casas-palacio hispalenses del siglo XVI,
de inspiración mudéjar.
El estilo de Espiau encuentra en el edificio Ciudad de Londres
de la calle Cuna la máxima expresión. Su poder escenográfico,
pintoresco y evocador de las glorias históricas de Sevilla hizo de ese
edificio una de las realizaciones más valoradas por la generación que
puso en marcha la Exposición Iberoamericana. En la línea compartida por
otros arquitectos regionalistas, se procede a sacar al exterior los
interiores mudéjares de las casas-palacio de Sevilla, que tanto
proliferaron en el siglo XVI con las riquezas que desembarcaban en el
Guadalquivir provenientes del Nuevo Mundo.
El Gran Hotel de la Exposición Iberoamericana
de 1929 supone el gran trabajo de Arquitecto Espiau, en el que se
encuentran reunidos los elementos que definirán su estilo. No en vano,
en el proyecto del Alfonso XIII
–que dotaba a Sevilla del hotel más lujoso del mundo entonces–,
encontró el laboratorio idóneo donde experimentar con las distintas
fórmulas que permitía la estética regionalista.
El punto y final a este decálogo rel regionalismo sevillano lo pone el edificio Pedro Roldán
de la plaza del Pan, a espaldas de la Iglesia Colegial del Salvador, en
una zona especialmente poblada por el estilo sevillano del primer
tercio de siglo. No en vano, las líneas árabes que se exhiben en su
fachada se realizan con la combinación del ladrillo y el azulejo, además
de estar provisto de la rejería ornamental tan del gusto regionalista.